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Historia del Imperio Bizantino. (8) (Spanish, Ισπανικά)

22 Σεπτεμβρίου 2009

Historia del Imperio Bizantino. (8) (Spanish, Ισπανικά)

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Continuación de la (7)

La Política Religiosa de Anastasio.

Reformas Interiores.

A pesar de la promesa hecha al patriarca de Constantinopla de no introducir innovación alguna en la Iglesia, Anastasio, en su política religiosa, empezó por favorecer al monofisismo y a poco se alineó abiertamente al lado de los monofisistas. Esta actitud fue acogida con alegría por Egipto y Siria, donde el monofisismo estaba muy extendido. Pero en la capital las simpatías monofisistas del emperador suscitaron gran conmoción, y cuando Anastasio ordenó que, a ejemplo de Antioquía, se cantase el Trisagio (“Santo, Santo, Santo, Señor de los ejércitos”), añadiendo las palabras “que fue crucificado por nosotros,” es decir, “Dios Santo, Santa y única Potencia, Santa y única Divinidad inmortal, crucificado por nosotros, ten piedad de nosotros,” se produjeron en Constantinopla graves desórdenes. ”Acusado de monofisismo, y bajo la amenaza de ser destronado, el emperador hubo de excusarse en el circo.” (1)

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(1) Lot, La fin du Moyen Age, p. 255.

Una de las consecuencias de la política religiosa de Anastasio fue el levantamiento de Vitaliano, en Tracia. Al frente de un ejército inmenso, compuesto de hunos, búlgaros y acaso eslavos, y apoyado por una flota considerable, Vitaliano marchó sobre la capital. Su fin. esencialmente político, consistía en deponer al emperador; pero declaró a todos que se alzaba para defender a la oprimida Iglesia ortodoxa. Tras lucha larga y cruenta, la rebelión fue aplastada. Este levantamiento no tuvo una importancia mínima en la historia de Bizancio. Según Uspenski, “al conducir por tres veces bajo los muros de Constantinopla su heterogéneo ejército, y al obtener del gobierno enormes sumas de dinero, Vitaliano reveló a los bárbaros la debilidad del Imperio y las grandes riquezas de Constantinopla, y los habituó a movimientos combinados por tierra y mar.” (1)

La política interior de Anastasio, aun no estudiada y apreciada lo suficiente en las obras históricas, está señalada por una actividad intensa que se fijó en los problemas más importantes de la vida económica y financiera del Imperio.

Una de sus más importantes reformas financieras consistió en la abolición del odiado “crisargirio.” Este impuesto, pagado en oro o plata, se llamaba en latín “lustralis collatio,” o, con nombre más completo, “lustralis auri argentive collatio.” Desde principios del siglo IV alcanzaba a todos los oficios y profesiones del Imperio, sin exceptuar los sirvientes, los mendigos, las prostitutas, etc. Es posible que incluso afectase los instrumentos de trabajo y el ganado doméstico de las mujeres; caballos, mulos, asnos, perros… Las clases pobres eran las más castigadas por aquel impuesto. Oficialmente debía cobrarse cada tres años, pero de hecho la administración le daba un carácter arbitrario e irregular. Las frecuentes exacciones desesperaban a veces a la población. (2) Anastasio, sin considerar los grandes ingresos que el fisco obtenía con aquel impuesto, lo suprimió en definitiva y quemó públicamente todos los documentos relativos a él.

La gente acogió con júbilo tal abolición. Un historiador del siglo VI dice que para describir la grandeza del favor imperial “ haría falta la elocuencia de Tucídides e incluso un estilo aun más grave y bello.” (3) Una fuente siríaca del siglo VI describe en estos términos la alegría que acompañó a la promulgación del edicto en la ciudad de Edesa: “La ciudad entera se regocijaba; todos, pequeños y grandes, se habían puesto vestidos blancos; se llevaban antorchas encendidas e incensarios llenos de incienso humeante; se iba, entonando salmos e himnos de gracias al Señor y loando al emperador, a la iglesia de San Sergio y San Simón, donde se comulgó. Luego se volvió a la ciudad y durante toda la semana se celebró una alegre fiesta, y se decidió que esta fiesta se celebrara todos los años. Todos los artesanos descansaban y manifestaban su júbilo, se bañaban y festejaban en el patio de la iglesia grande y en todos los pórticos de la ciudad.”

El producto del impuesto abolido ascendía en Edesa a 140 libras de oro cada cuatro años.(4)

La abolición satisfizo sobre todo a la Iglesia, porque aquel impuesto, al gravitar sobre los ingresos de las prostitutas, sancionaba legalmente el vicio.(5)

(1) F. I, Uspenski, Historia del Imperio bizantino, t. I, p. 353.

(2) V. el articulo de Sceck en Pauly-Wissowa, t. IV (1901), p. 370-76 (Collatio lustralis).

(3) Evagrio, Hist. ecles., III, 39, cd. Bidez-Parmenticr. p. 137. E. W. Brooks, en la Cambridge Medieval History, t. í, p. 484, llama a ese impuesto a tax on all kinds of stock and plant in trade, y Bury (t. I, p. 441), the tax on receipts.

(4) Crónica de Josué el Estilita, redactada en siríaco el año 507 de J.C. y trad. al inglés por W. Wright (Cambridge, 1882), cap. XXXI, p. 22.

(5) Bury, t. I, p. 443.

Naturalmente, la supresión de tal tasa privó al Tesoro de una renta considerable, pérdida compensada en breve con la creación de un nuevo impuesto, la “crisotelia” (χρυστέλεια), “impuesto-oro,” o impuesto en metálico en vez de en especies. Probablemente fue una contribución territorial cuyos ingresos destino Anastasio al sostenimiento del ejército y que gravitó también pesadamente sobre las clases pobres. De suerte que la reforma financiera consistió antes en un reparto más regular de la carga de los impuestos que en una desgravación. (1) La reforma financiera más importante quizá de las aplicadas por Anastasio, fue la abolición—hecha a propuesta de su hombre de confianza, el sirio Marino, prefecto del Pretorio — del sistema según el cual las corporaciones de las ciudades (“curiae”) eran responsables de la recaudación de los impuestos, que gravaban las municipalidades. Anastasio confió esa tarea a funcionarios llamados “Vindices,” probablemente designados por el prefecto del Pretorio. El nuevo sistema de recaudación acreció considerablemente las rentas imperiales, pero fue modificado por los sucesores de Anastasio.

El problema de las tierras incultas parece haber sido bajo Anastasio más angustioso que nunca. Durante su reinado, toda la carga de los impuestos suplementarios, tanto los correspondientes a los contribuyentes imposibilitados de pagar como los adscribibles a las tierras improductivas, recaía sobre los propietarios rurales, que de este modo pasaban a ser responsables del total de las contribuciones devengadas al Fisco. Esos impuestos suplementarios, llamados en griego epibolé (επιβολή), es decir, “el suplemento,” la “supertasa,” eran una institución muy antigua, que se remontaba a la época ptolemaica. Estaban llamados a ser percibidos con particular rigor bajo Justiniano el Grande. (2)

Hay un edicto de Anastasio que ofrece particular interés para la historia del colonato: el que declara que un labrantín libre que hubiese vivido treinta años en el mismo lugar se convertía en colono, o sea, en hombre afecto a la gleba, sin por eso perder su libertad personal ni su derecho de poseer.

La época de Anastasio estuvo señalada también por una trascendental reforma monetaria. El 498 se creo la gran “follis” de bronce, con sus subdivisiones. La nueva moneda fue bien acogida, sobre todo entre los ciudadanos pobres. porque la moneda de cobre en circulación, además de haberse hecho escasa, era de mala ley y no llevaba indicado su valor. Las nuevas piezas se acuñaron en las tres fábricas que bajo Anastasio funcionaban en Constantinopla, Antioquía y Nicomedia. La moneda de bronce creada por Anastasio persistió siendo la moneda imperial típica hasta mediados del siglo VII (época de Constantino IV.(3)

(1) E. W. Brooks, en Cambridge Medieval History, t. I, p. 484. — E. Stein, Studicn zur Geschichte des byzantinischen Reiches, p, 146 (Stuttgart, 1919).

(2) Sobre el epibolé consúltese a F. Dolger, Beitrage zur Geschichte der byzantinischen Finanzverwaltung besonders des 10 und 11 Jahrhunderts (Leipzig-Berlin, 1927), p. 128-133. G. Ostrogorsky, Un tratado bizantino sobre los impuestos (Estudios dedicados a la memoria de N.. Kondakov, Praga, 1926, p. 114-15, en ruso). Id., Die landliche Steuergemeináe des byzantinischen Reiches im X Jahrhundert (Vierteljahrschrtft für sozial-und Wirtschafts geschichte, t. XX (1927), p. 35-27). En esas tres obras se hallará una excelente bibliografía sobre el epibolé.

(3) V. W. Wroth, Catalogue of the Imperial Byzantine Coins in the Brttish Museum (Londres, 1008), t. I, p. XTII-XIV, LXXVIII. Bury, t. I, p. 446-47. M. Soutzo, Los orígenes del sestercio y del miliarense y su continuidad hasta los tiempos bizantinos. El sistema monetario de Anastasio (Boletín de la Sección Histórica de la Academia Rumana, t. XIII (1927) P• 57-58}.

Entre las reformas humanitarias de Anastasio debe incluirse su edicto prohibiendo los combates entre hombres y fieras en los circos.

Aunque Anastasio concediese a menudo exenciones de impuestos a muchas provincias y ciudades, especialmente en el Oriente devastado por la guerra pérsica; aunque, por otra parte, realizara un importante programa de construcciones, como la Muralla Larga, el acueducto, el faro de Alejandría, etc., el gobierno, a fines del reinado de Anastasio, disponía de reservas en metálico bastante considerables. El historiador Procopio, quizá con alguna exageración, las computa en 320.000 libras de oro (unos dos mil millones de pesetas oro). (1) La economía de Anastasio desempeñó importante papel en la múltiple actividad de su segundo sucesor, Justiniano, el Grande. La época de Anastasio sirvió de brillante introducción a la de Justiniano.

(1) Procopio, Historia Arcana, 19, 7-8, ed. Haury, 1906, p. 121. La Vida de Daniel el Estilita revela una completa falta de codicia en Anastasio, ed. Delehaye, c. 91, p. 206; Les saints stylitcs, p. 86. V. X. Baynes, en la English Histoñcal Review, 40 (1925), 402.

Conclusión General.

El principal interés de la época que empieza con Arcadio y termina con Anastasio (395-518), reside en las cuestiones nacionales y religiosas que se plantean entonces y en los sucesos políticos que se desarrollan en ese período, siempre en íntima ligazón con los procesos religiosos. La tiranía que los germanos — o, más exactamente los godos— implantaron en la capital, amenazó al fin del siglo IV al Estado entero y se complicó, además, con las tendencias arrianas de los godos. La amenaza cesó de existir al comienzo del siglo V, bajo Arcadio, y fue aniquilada por completo, tras una postrera rebelión ya mucho menos grave, a mediados del siglo V y bajo León I. A fines del mismo siglo se levantó al norte del Imperio la amenaza de los ostrogodos, pero gracias a Zenón se volvió hacia Italia. Así, el problema germánico se resolvió, en la parte oriental del Imperio, a favor del gobierno.

La “pars orientalis” logró solucionar también, en la segunda mitad del siglo V, otro problema nacional, menos angustioso en verdad: el de la preponderancia isáurica. Respecto a las incursiones de los pueblos septentrionales —búlgaros y eslavos — conviene recordar que, en la época que estudiamos, esos pueblos no hacían más que comenzar sus invasiones de las fronteras imperiales, y no cabía predecir el importante papel que los eslavos, y más tarde los búlgaros, llegarían a desempeñar en la historia bizantina. El período de Anastasio no debe ser mirado en ese sentido, sino como una introducción a la penetración de los eslavos en la Península Balcánica.

El problema religioso reveló en esa época dos aspectos sucesivos: uno, ortodoxo, antes de Zenón; otro, monofisista, bajo Zenón y Anastasio. La actitud de Zenón, favorable a la doctrina monofisista, y las simpatías declaradas de Anastasio por el monofisismo, deben ser examinadas desde un punto de vista a la vez religioso y político. A fines del siglo V, la parte occidental del Imperio, a pesar de su unidad teóricamente reconocida, se había desgajado de Constantinopla. En Galia, en España, en África del Norte, se habían formado reinos bárbaros nuevos. En Italia gobernaban jefes germánicos. A fines del siglo V se fundó allí un estado ostrogodo. Tal situación explica que las provincias orientales — Egipto, Palestina, Siria — pasasen a tener una importancia esencial para la “pars orientalis” del Imperio. El gran mérito de Zenón y de Anastasio consiste en que advirtieron el sentido en que se trasladaba el centro de gravedad de su Imperio y procuraron, dándose cuenta de la importancia vital que tenían para el Imperio las provincias orientales, estrechar los vínculos de éstas con la capital.

Como esas provincias, Egipto y Siria sobre todo, habían, en su mayor parte, abrazado al monofisismo, sólo se abría un camino para el gobierno del Imperio: hacer la paz a toda costa con los monofisistas. Esto explica la imprecisión y la obscuridad consciente del Henótico de Zenón, primer paso en la ruta de la reconciliación con los monofisitas. No dando ese ensayo el resultado perseguido, Anastasio decidió seguir una política monofisita franca. Aquellos dos emperadores fueron políticos más clarividentes que los basileis de la época sucesiva. Pero tal tendencia monofisista chocó con la ortodoxia reinante en la capital, en la Península de los Balcanes, en la mayor parte del Asia Menor, en las islas y en ciertos lugares de Palestina. La ortodoxia fue igualmente defendida por el Papa, quien, a raíz del Henótico, rompió sus relaciones con Constantinopla. La política y la religión entraban en pugna y ello explica las turbulencias internas, de la época de Anastasio. Éste, mientras vivió, no pudo restablecer la deseada paz y concordia en el Imperio. Sus sucesores habían de arrastrar al Estado por vías muy diferentes. Pero el espíritu de separatismo de las provincias orientales empezaba a manifestarse ya.

Así, pues, hubo conflictos harto violentos, suscitados por las diversas nacionalidades, cada una de las cuales obedecía a móviles muy diferentes. Los germanos y los isáuricos se esforzaban en obtener la supremacía política; los coptos egipcios y la población siria buscaban el triunfo de sus conceptos religiosos.

En curso…